Por Claudia Acevedo
En materia de género, los informes IMAD (Informe de Mujeres en Alta Dirección Empresas Grandes y Medianas) realizados por Mujeres Empresarias y la Dirección de Estudios Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Chile, muestran durante los dos últimos años una tendencia desoladora que se arrastra durante más de una década en materia de paridad de género en nuestro país.
A pesar de que este fenómeno está instalado en el discurso y la agenda pública, las cifras no mejoran, especialmente en lo que respecta a puestos de alta dirección, es decir, cargos en donde las mujeres deben tomar decisiones relevantes y estratégicas.
Durante el año 2016 solo 8% de los cargos de gerencia general fueron ocupados por mujeres, mientras que en cargos ejecutivos de primera línea solo un 27,6%, siendo en el 51.2% de estos casos, solo una mujer en tal nivel de cargo.
Las cifras bajan aún más en puestos de directorios de empresas grandes con 200 o más trabajadores en donde el porcentaje es de un 10.9%.
El año 2017 la situación no mejora mucho, por el contrario, la tendencia a la “baja prevalencia de mujeres, segregación vertical (a mayor el nivel de cargo, menor presencia), y segregación horizontal (diferencias según sectores económicos y especialidades)”, empeora.
Peor aún solo un 11,2% de ejecutivos/as de RRHH entrevistados en IMAD 2016 estima que las empresas de su sector ven la mayor presencia femenina como un tema prioritario.
Está comprobado por múltiples estudios a nivel mundial que “más mujeres en cargos de alta dirección aportan más al equipo y enfrentan de mejor manera las crisis, aumentando su productividad y disminuyendo su riesgo financiero”, ¿Entonces, por qué parece no ser prioridad a pesar del discurso?
Si esta situación realmente nos importa, ¿Qué debemos hacer para hacernos cargo?:
Fortalecer el empoderamiento de las mujeres a través de mentoring y coaching.Fortalecer las redes de apoyo de sus contextos familiares, de amigos y laborales.Visibilizar el valor de tener mujeres en puestos claves y sembrar conciencia sobre ello.Promover la colaboración.Intensionar la presencia femenina al interior de las organizaciones.Poner metas y plazos a las acciones planteadas.
Y principalmente, no solo ponerlo en agenda, sino concretar.
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