Por Alejandro Reyes Arellano y Omar Cid.
Innovación es la generación de valor (valor económico en el ámbito privado y público en el ámbito público) a través de crear nuevos (o significativamente mejorados) servicios, procesos, maneras de relacionarnos o modelos de generación de valor teniendo como fin los clientes o usuarios de las organizaciones que la detentan.
El proceso de la gestión de la innovación supone la interacción de personas en procesos que efectivamente facilitan el desarrollo de valor. Las personas y sus prácticas (que son parte o no de los procesos), y estos procesos se sostienen en una cultura que hace en forma “automática”, “transparente” o por omisión en ciertos procesos. Una cultura de la innovación, podríamos decir es un fondo compartido, y no discutido de la forma y/o el sentido de hacer las cosas.
Esto, con el fin de ser sostenible y generar en el largo plazo un desarrollo continuo de valor desde las personas, organizaciones y su red, requiere que para su enraizamiento sus equipos pasen desde una incompetencia declarada, en la gestión de la innovación, a una competencia transparente. Es decir, debe tener una estructura que supere el desempeño individual y que se replique por sí sola entre las demás personas. En resumen debe ocurrir un cambio cultural.
Cultura, en una primera acepción, la podemos identificar como los conjuntos de saberes, creencias, valores y pautas de conducta de un grupo social, considerando las condiciones dadas del entorno y los mecanismos adaptativos que se desarrollan para satisfacer las necesidades gatilladas en la interacción con este entorno.
Esta ecuación entre condiciones de entorno y mecanismos adaptativos, se va modificando debido a que sus componentes van cambiando en la relación que sostienen, modificando sus características en la medida en que se van vinculando, cada uno por separado y al mismo tiempo en la propia vinculación, adaptándose progresivamente hasta encontrar la forma en la que sean complementarios.
La innovación presenta una lógica dialéctica. Por un lado se va adaptativamente reaccionando, reactiva de ciertas economías y organizaciones que han invertido en innovación, que han ido transformando su cultura profunda de trasfondo y que éstas ya suponen ciertas prácticas y procesos que facilitan by default la innovación. Y por otro lado, las mismas prácticas adaptativas, pero de forma proactiva, van modificando el entorno, transformado economías y mercados que han cambiado las condiciones de vida a partir de esta cultura profunda.
Así llegamos a que un objeto de la innovación es la propia cultura que la sustenta, es decir un proceso continuo de reacción o proacción para generar innovación podría cimentar una cultura innovadora, y una interpretación de los mecanismos subyacentes a las prácticas instaladas en la organización, que permita intervenir sobre ellas impulsando aquellas que faciliten que ésta se adapte o provoque cambios en el entorno.
“No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la más receptiva al cambio”. Charles Darwin
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